Para algunos la palabra marketing resulta lo mismo que mencionar la soga en casa del ahorcado. Esto suele ser habitual en aquellos cuya concepción de su actividad profesional la sitúan casi en una élite o significativamente aparte de lo comercial.Craso error, porque todo al final es marketing. Sí es necesario diferenciar de qué manera, como y por qué vamos a diseñar una campaña y sobre todo definir muy claramente qué imagen queremos dar de una marca o de un producto.¡Ah! Nos pueden decir, eso es falsear la realidad. Nada más incierto. Lo que hacemos es vestir, precisamente, esa realidad para que sea más atractiva y consiga el objetivo de llegar más lejos sin desvirtuar el espíritu que debe estar implícito.
Pongamos un ejemplo. Si nos levantamos por las mañanas y salimos exactamente como estamos, sin duchar, sin peinar, sin maquillar, seríamos auténticamente nosotros ¿no?. Pero, en cambio, nos acicalamos y vestimos de acuerdo a nuestro gusto, porque queremos resultar atractivos, salvo raras excepciones, y gustar.
Bien, pues lo mismo hacemos cuando tenemos que presentar un producto a posibles compradores. Intentamos con su aspecto, mensajes y calidad que resulte lo más atrayente dentro de la vorágine de la competencia, y que sean los elegidos por los consumidores
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Hoy, más que nunca, es imprescindible ayudar a que nuestra marca o nuestro producto salte la barrera y llegue a la mayor cantidad de público posible. Hay muchísimas posibilidades para ello y sin que tengan un coste excesivo. De nada nos vale ya lo del buen paño en el arca se vende, porque estamos rodeados de paños y de arcas. Sea cual sea la actividad, el marketing es y será imprescindible.
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